Sobre la soledad (y la pelotudez)

Este es un pobre (y breve) intento de reflexión a las 3 de la mañana de un sábado, al ritmo de un remix muy cool de Sophie Ellis Bextor. No pretende ser un comunicado triste, todo lo contrario.
Toda mi vida me sentí sola. No exagero. Y hace rato venía sospechando que es todo producto de mi cabeza. Es que hay que aprender a leer los signos, las cosas que pasan todos los días, para darse cuenta de que es uno el que se aleja (y ni siquiera así la gente te abandona).
Esta semana estuve enferma, fui a la facultad la mitad de los días. Esta tarde dos compañeras de los viernes, con las cuales comparto escasísimas horas y que viven en la loma de los quintos infiernos, se enteraron de que estuve enferma y me mandaron sendos sms para saber cómo estaba. Hice yo lo mismo alguna vez? JAMAS.
Vengo de la casa de mi primo, que es como mi hermano, y me invita permanentemente a su casa. Estaba mi prima, que se vino a vivir a Buenos Aires, y me alcanzó una carta de mi madre (que vive en el interior). Cuando leía la carta se me vino a la mente que hace más de 8 meses que no hablo con mi madre, porque yo no la llamo y a la vez no la atiendo cuando ella lo intenta. Más allá de lo que haya sucedido en el pasado, es muy llamativo cómo la gente no se cansa de intentar acercarse sorteando toda clase de obstáculos, alambres de púas electrificados, campos minados y demás cosas que todavía no se me ocurrió poner para separarme de los demás.
Nada, seguro que mañana me olvidaré de todo esto y seguiré siendo la misma forra de siempre.