LOS CUENTOS DEL MACARON TRISTE.

Los que me leen siempre ya conocen mi opinión sobre lo ridículo de consumir indumentaria en nuestro país, de un buen tiempo a esta parte. Pareciera que lo mismo ocurre con el rubro gastronómico.

El problema es básicamente el mismo, lo caro del producto para lo pobre de la oferta. Lo que se agrega acá es un servicio poco feliz, en lugares que por su decoración y ubicación parecería que pretenden detentar una calidad que de hecho no tienen. Mientras más pretencioso el lugar, más veces escuchás NO: no se sienten en esa mesa que es para 4, no tenemos tarjetas, no hay esto, no hay lo otro. Para que se entienda, para mí un lugar poco pretencioso es un carrito de la Costanera. Lo cual no implica necesariamente que te atiendan mal.

Hace rato que ir a comer por Palermo se volvió una verdadera patada en los bajos, por eso cada vez que puedo planifico salidas por otros barrios. Díganle vejez si quieren, ya no me causa tanta gracia como antes esperar una hora por una mesa o ir a lugares atestados de hipsters, niños y seres humanos.

El tema es que yo vivo en Palermo, y a veces no tenés tiempo de ir al otro lado de la ciudad por un café. Culpa mía o del universo, cada vez me doy más cuenta de que apoyar estos lugares caretas es un grave error. Lo que sigue es una colección de experiencias acontecidas en los últimos 10 días, apreciaciones estrictamente personales con las cuales ustedes podrán coincidir o disentir.

Domingo 18, quedamos para merendar en Oui Oui. Esperamos una hora de reloj por una mesa, comimos más o menos, pedimos la cuenta. Los precios están anotados con tiza en una pizarra, lo cual indica que son modificados con bastante frecuencia. El denominador común de estos lugarcitos coquetos, decorados estilo country, con sillas distintas y mucho blanco, es la evasión fiscal: el único medio de pago es efectivo, y el vuelto viene acompañado por un papelito "no válido como factura". Este lugar lo elegí yo, mala mía.

Domingo 25, 20.00 hs, vamos a Bblue porque aunque te atiendan como el cxlx la comida es rica. Entramos, nos ataja la encargada: "Chicas, les aviso que a las 21 cerramos". Yo: "buenísmo, falta como una hora". Ella: "sí, si quieren siéntense, pero la cocina ya cerró." No hay remate.

A pesar de ser pre-feriado en la cosmopolita ciudad de Buenos Aires, en el pretendido boho palermitano estaba cerrando todo a nuestro alrededor. Bueno, no cerrando-cerrando, te dejan abierta la puerta pero te cierran la cocina. Es el nuevo "hey, we're closed".

Caemos en Muu, donde solían tener un gran sandwich vegetariano y mesas en la calle donde te dejaban sentar. Nos mandaron a la terraza, porque las estaban limpiando. Sigo sin tener remate. La terraza no es tan terraza, está completamente tapada por un toldo, tiene media ventana abierta y allí se permite fumar. El gran sandwich vegetariano de antaño es ahora una milanesa de soja Vegetalex (también de antaño) entre dos panes de dudosa procedencia. Acá se puede pagar con débito, pero no aceptan Visa. Debe ser porque es un sistema de pago minoritar...ah no, en la web dice "VISA: No. 1 en el mundo". Mala mía de nuevo.

Recién fuimos con una amiga al Starbucks de Malabia, en el patio había un DJ tocando para unas 12 personas. Ella pide frapuccino de maracuyá, yo un coso que lleva té helado. Qué chasco nos llevamos, no había ni maracuyá ni el coso con el que saborizan el té. Terminamos eligiendo unos cafés para llevar, desgraciadamente tuvimos que agarrar los vasos con unas servilletas para no quemarnos las huellas digitales. "Disculpen chicas, nos quedamos sin cartoncitos :)" dijo la empleada.
Pero hey, tenemos DJ!!!!