Escribí el siguiente texto para el blog de la consultora donde trabajo. Me pareció copado traerlo acá porque ya hemos hablado unas cuantas veces
de temáticas de consumo y a lo mejor se puede abrir el debate. Espero sus reflexiones.
Nuestro
bolsillo y la sustentabilidad: ¿amigos o enemigos?
Quizás
les parezca, queridos lectores, que el presente artículo juzga o planta
banderas políticas: sepan ustedes que no es lo que pretendo. Mi objetivo es
intentar un análisis que nos permita comprender cómo la economía se relaciona
con lo que “le hacemos a la Tierra”, en el sentido del impacto que nuestras
acciones tienen sobre el medioambiente. Entendamos que ya por el mero respirar estamos modificando el mundo en que vivimos,
así que ¡nadie está exento! El cambio es parte inseparable de nuestras vidas;
de hecho, esta dinámica es lo que nos mantiene vivos y nos hace únicos e
irrepetibles.
Hecha
esta aclaración podemos empezar a debatir.
Según
el INDEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos), la inflación acumulada del año 2014 fue
del 23,9%. Otras consultoras no dependientes del Estado Nacional calculan para
el mismo período entre un 31% y un 39%. En cualquier caso, podemos acordar que
vivimos en un contexto inflacionario.
Pero,
¿qué es lo que produce inflación? No se asusten: la que escribe no es
especialista en economía ni mucho menos, así que no vamos a entrar en
tecnicismos. Los principales componentes de la inflación son el gasto público,
la emisión de moneda (en nuestro caso, el peso argentino) a gran escala, la
especulación por parte de la cadena comercializadora y, lo que nos importa en
este artículo, el consumo.
En
virtud del crecimiento que ha experimentado nuestro país en los últimos 10
años, una gran cantidad de personas anteriormente relegadas ha incrementado su
poder adquisitivo y accedido a la Clase Media. Ganar más dinero es ciertamente
positivo, pero también contribuye al incremento de los precios por medio del
aumento en el consumo: a mayor demanda de bienes, más elevados los costos. Con
el pasar de los meses esta coyuntura ha ido produciendo un aumento de los
precios cada vez más vertiginoso. El ahorro a mediano y largo plazo en moneda
local se hace cada vez más desventajoso, ya que el dinero se deprecia con el
correr del tiempo.
Entonces,
nos encontramos en un círculo vicioso donde la forma de “ganarle a la
inflación” es el consumo. Tengo 10, gasto 10. Tengo 20, gasto 20. Y, si tengo
tarjeta de crédito, probablemente tenga 30 pero gaste 40.
Hasta
aquí vemos el cuadro desde una perspectiva meramente socioeconómica, lo cual
resulta insuficiente cada vez que queremos hablar de sustentabilidad. Ampliemos
pues la perspectiva.
Observamos
que actualmente predomina el consumo de servicios, y de bienes medianamente durables. Recordemos que
es difícil el ahorro. Por ende, el acceso a bienes altamente durables (como por
ejemplo la vivienda propia) es tan difícil como el ahorro mismo.
¿Qué
es lo que consume la gente, entonces? Sale a comer, al cine; se va de
vacaciones. Compra ropa, electrodomésticos, teléfonos, gadgets, libros,
juguetes. Lo que sucede con los artículos electrónicos probablemente sea un
fenómeno aparte, ya que independientemente del microcontexto económico hay una
fuerte tendencia hacia renovar estos bienes incluso antes de que hayan cumplido
su vida útil. Si tienen un amigo que sigue meticulosamente los avances de Apple™, Samsung™ o LG™ y saca de su bolsillo siempre un celular distinto,
entenderán lo que les estoy diciendo.
Es
fácil sentirse un poco preso de esta situación. También es fácil echarle la
culpa a la inflación de una variante particular (y global) del capitalismo llamada Capitalismo Salvaje, que
nos empuja a consumir sea cual sea la estabilidad de nuestra divisa. Pero en
ambos casos hay mucho que podemos hacer.
Quizás
sea una deformación profesional, así que discúlpenme en tal caso. Pero soy
psicóloga, y el psicoanálisis me enseñó que siempre hay una elección. Puede que las opciones no sean las
mejores del mundo, pero siempre hay opciones. Inclusive entre la espada y la
pared, podemos elegir espada o pared. Y en el consumo hay un abanico enorme de
opciones.
¿Qué
clase de productos consumimos? ¿De qué marcas, de dónde vienen, cómo fueron
fabricados y por quiénes? ¿Vienen en un envase? ¿De qué material? Y el quid de
la cuestión: ¿cuánto duran? ¿Habrá
otros más durables en el mercado?
No es
justo que nuestro salario se nos evapore en las manos en virtud de una
coyuntura microeconómica, pero tampoco es justo que el medioambiente y todos
aquellos involucrados en la cadena productiva (pensemos en los fabricantes
inescrupulosos que emplean trabajadores por salarios de hambre) paguen el
precio. Por suerte, tenemos la posibilidad de involucrarnos y encontrar el
término medio.
Son
muchas las acciones que podemos tomar para no meramente gastar sino también adquirir:
- Informarnos. Acerca de la procedencia e historia de lo que consumimos.
- No quedarnos con una sola opción. Si hay otra marca que ofrece el mismo producto pero con menos packaging, o es más durable aunque cueste un poquito más, ¡está muy claro a quién debemos comprarle!
- Recorrer circuitos comerciales alternativos. Productores locales, marcas independientes que se promocionan en las redes sociales, ferias de segunda mano, entre otras formas no convencionales.
- Agruparnos. Haciendo lazo con otros podemos adquirir bienes y servicios a precios más justos y beneficiarnos todos.
- Ser autocríticos. ¿Realmente necesitamos ese bien? ¿Es auténtico lo que nos motiva a adquirirlo? Aquí se pone en juego la ética personal, colectiva y corporativa.
Recapitulando:
siempre vamos a dejar una huella en el lugar que habitamos, y podemos hacer que
esa huella sea más grande o más chica.
Creo que la contrcara de alcanzar un consumo mas inteligente seria tambien manejar de forma mas inteligente los desechos. Mi ultima materia de la carrera fue una optativa, Seminario de Situaciones Socioambientales, y vimos que no solo se podria reutilizar casi el 80% de las cosas que consumimos y tiramos en diferente capacidad, sino que tenemos uno de los contratos de recoleccion y gestion de basura mas caros del mundo, y es una situacion con fecha de vencimiento, a no ser que levantemos Srpingfield y reinstalemos el pueblo en la montaña de al lado cuando la basura nos tape :P
ReplyDeletehttp://seminariosocioambiental.blogspot.com.ar/
el blog de la materia tiene la lista de bibliografia y trabajos que se hicieron, varios deben tener que ver con sustentatibilidad, el mio era sobre el impacto de viajar horas en transporte publico a diario para los que somos del conurbano, asi que ya se me va de tema, pero habia material interesante, no se si estara listado el nombre de un documental sobre organizaciones de recolectores urbanos que estaban tratando de reciclar como fuente de laburo ademas
cada uno gasta la plata como se le canta
ReplyDeleteEstoy de acuerdo con vos, comprar cosas de calidad es ya casi una obligación. Tenemos que ser responsables con el bolsillo y con lo que le hacemos al planeta.
ReplyDeleteBravo!
Anita
Concuerdo contigo en las formas de gastar el dinero, más cuando no se dispone de recursos permanentes. Siempre aprendí que hay que comprar inteligentemente, ya que una buena prenda la puedes usar siempre y por mucho tiempo si se compra de calidad, aunque esto implique que a corto plazo sea más cara. Creo que el problema radica también en el hecho de que la gente siempre quiere estar a la moda, sin importar el gasto, pero como afirmas, es una cuestión de elección.
ReplyDeleteY para el segundo comentario quiero decirle que en el artículo no dices cómo debe gastar el dinero, se dan algunas pautas, pero al final la decisión es propia.
Hace años que una de mis razones para consumir en ferias americanas, más allá de los precios bajos, es el hecho de que estoy comprando algo que ya se usó, por ende no estoy "fomentando" más producción cuando lo viejo es usable aún. Claro que haciendolo yo sola no cambia nada, pero bueno, es una posición personal.
ReplyDeleteHace unos meses que estoy en una etapa de menor consumo (trabajo en once, es muy dificil también bajar ciertos consumos cuando acá todo es muy barato) porque me daba cuenta de que compraba cosas "lindas" pero que más allá de no necesitarlas, las usaba una, dos veces y quedaban ahí. Así descubrí que en mi placard tengo varias prendas que nunca me quedaron demasiado bien (un par de vestidos que me quedan grandes desde siempre por ejemplo) pero que los compré por lindos y baratos, para "no dejar pasar la oportunidad". Ahora estoy evaluando deshacerme de toda esa acumulación.
Es interesante ver que hay banda de lugares de segunda mano, varios mercados de economía solidaria (con packagings reciclados, producción orgánica, etc.) y que uno no sólo temrina gastando menos guita (si, soy re rata) comprando en esos lugares sino que también genera mucho menos deshecho o acumulación de cosas al pedo.